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The Basement despide el verano con el vol4 de The Sunset.

Se acerca el final del verano, de los eventos al aire libre, al menos la mayoría, y de bailar en atardeceres mágicos. Con la misma energía que las brisas marinas, la música nos hizo entregarnos al movimiento en el vol4 de The Sunset, con el sello de calidad de “the Basement”. House en mayúsculas que rebotó por casa rincón de Marina Beach Club durante la tarde-noche del pasado sábado 13 de septiembre.

El más puro the Basement.

Con el sol a las espaldas, pero todavía a plena luz, arrancaba ésta cuarta edición de The Sunset con un openning set de la mano del equipo de The Basement. Dos horas y media que dieron tiempo de sobra a calentar y soltar las articulaciones paulatinamente.

Una muestra del sonido que define al colectivo valenciano en su máxima expresión, ritmos de los más pisteros con la intensidad y la energía justas y necesarias para ese momento. El apoyo que recibe el colectivo se hizo notar desde un principio cuando la pista comenzó a llenarse.

Se respiraba un aire especial, un ambiente veraniego al que todos nos aferramos desde el inicio y que se mantuvo vivo hasta el final de la noche.Y sin darnos cuenta habían pasado casi tres horas, la luz se atenuaba pero los flashes, las pantallas y el humo sustituían lentamente los colores del atardecer.

El dúo ibicenco más recomendable.

Entonces llegó el segundo turno en cabina con JNJS, dúo formado por Jay Nortown y Jacobo Saavedra, afincados en Ibiza y con una carrera prolífica que les ha llevado a publicar en sellos por todo el mundo y recibir el reconocimiento de artistas de talla internacional.

No hubo cortes en la música entre artistas, lo cual ayudó al arranque del set ya que nadie se movió del sitio, a menos que no fuera para bailar. Una verdadera carta de presentación para aquellos que no conocíamos al dúo. No solo por la selección musical, las vocales, las percusiones y los bajos se unían en armonía con una progresión exquisita y precisión de cirujano

Primera luz de luna con toque galo.

El sol ya había desaparecido en el horizonte cuando el francés Traumer se adueñó de la cabina y aprovechó la energía que emanaba la pista de baile. Un auténtico despliegue de técnica y buen gusto, progresivo y enérgico pero manteniendo una narrativa constante. Y por supuesto el sello de identidad del galo, graves profundos y envolventes para sumergirnos en su mundo y asegurarse de que el ritmo no cesara.

La responsabilidad del cierre recayó en Rossko, que estuvo a la altura de las circunstancias y del reconocimiento que ostenta. Una ligera subida de BPM, ideal para acabar de darlo todo, junto a la contundencia de las percusiones y atmósferas profundas y llenas de emoción.

Una cuarta edición a la que no podemos reprocharle nada, simplemente esperar a la próxima.

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