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28 años de Aquasella, sencillamente imprescindible.

El Prau revive y vuelve a llenarse hasta los topes.


Horas antes del amanecer comenzaba el éxodo de quienes, durante cuatro días, se disponían a vivir, sentir y bailar en El Prau de Arriondas.

Una peregrinación masiva desde todos los rincones de la Península, las islas e incluso más allá de nuestras fronteras, con cientos de fieles que nunca desoyen la llamada de Aquasella y otros tantos, miles de nuevos adeptos al culto del baile.

El aire de Asturias es diferente, como sus gentes y, por supuesto, sus paisajes: estampas mágicas propias de un cuento de hadas que envuelven El Prau y el recinto de escenarios en una burbuja donde el tiempo se detiene, el aire se siente puro y todo el mundo se entrega al disfrute. Una vez te sumerges en esa energía, es fácil decir aquello de: “que nos pille el fin del mundo mientras bailamos aquí”.


Arranque con las energías bien arriba

El primer día de un festival comienza con ilusión y energía, pero también con el tedio de las colas, un clima que puede no acompañar y el cansancio del transporte y montaje del campamento.
Pero, para qué engañarnos, todo ello forma parte del encanto y de la esencia de un evento como Aquasella, que más que un festival es un acontecimiento imprescindible para los amantes del techno, el house y la música electrónica en toda su grandeza.

Con las tiendas montadas, el sonido inconfundible de los infladores y las primeras estrellas en el cielo, arrancó la vigésimo octava edición de Aquasella con uno de sus line-ups más variados hasta la fecha.

La Carpa Real se llenó en cuestión de minutos con el opening set de Cristian Varela, una institución en el festival. Durante dos horas y media dio una auténtica lección de técnica, lectura de pista y saber hacer, ofreciendo un arranque cargado de energía desde el primer momento.


Uno de los sets imprescindibles: DJ Rush

El Bosque y el Open Air ya estaban en funcionamiento con las actuaciones de DHV2, Fumi b2b Serafina, CAAL y el b2b de Daniel Orpi y Guille Placencia. Otra de las visitas más destacadas en La Carpa Real fue la de DJ Rush, leyenda viva del techno de Chicago.

Cualquier adjetivo se queda corto para describir la contundencia y las emociones que transmitió el maestro. Su set, provocador y con una clara declaración de intenciones, desató algunos de los bailes más duros y liberadores del festival. Y solo era el comienzo.

Tras semejante 

despliegue de técnica y energía, llegaron nombres de talla internacional como Adriana López, Confidential Recipe b2b David Mallada y Tarkno b2b Slin.


Frescura, magia y diversidad

El Bosque es, quizás, el escenario más especial de Aquasella. Ese rincón mágico vibraba al ritmo del house con auténticas leyendas como AJ Christou, Stacey Pullen y Stella Bossi.

La programación del Open Air destacó por su variedad de estilos, desde el Hard Bounce hasta el Schranz más auténtico de Vendex, pasando por la fusión de Hard Techno y Rawstyle de Fantasm. Esta propuesta recibió críticas de una parte del público más purista, que cuestionaba tanto la mezcla de géneros como la actitud de algunos artistas de la nueva ola más mainstream, a veces alejada de los valores originales de la música electrónica.


Calor, sol y el Sella, protagonistas del viernes.

El segundo día amaneció abrasador, con un aire caliente que nos obligó a refugiarnos junto al río y bajo las sombras para reponer energías antes del segundo asalto.

Con el atardecer y una temperatura más amable, el opening de NIZ en el Open Air marcó el inicio perfecto de la noche: un set emocional y progresivo, ideal para calentar motores y preparar el cuerpo para la larga jornada que nos esperaba.

La intensidad subió en el main stage con HU, Andrés Campo, Estella Boersma, OTTA, Lilly Palmer, Nico Moreno, Pawlowsky y, como broche, el poderoso cierre de Fátima Hajji.


Variedad para sibaritas

El Bosque y La Carpa Real ofrecieron dos de las mejores programaciones de cualquier festival este año, con b2b, live sets y grandes referentes del techno y del house más auténtico. Entre los momentos más especiales estuvo el doble set de Ben Sims: primero como Ron Bacardi en El Bosque y después con su identidad original en La Carpa Real. Imposible decidir cuál fue mejor.

Fue físicamente imposible asistir a todos los sets, pero algunos de los más memorables fueron el live de UFO95, el combo de Blasha y Allat, la esperada visita de Chris Stussy —simplemente inolvidable— y el live de Phara.

Quizás el gran momento de la noche, ya con el sol asomando, fue el cierre de DJ Pepo, el rey del Prau. El recinto estaba a rebosar, y los vídeos que ya se han hecho virales demuestran por qué sus cierres son uno de los instantes más icónicos de Aquasella.


El sábado brilló con luz propia gracias a la visita de auténticas bestias de la escena.

El b2b de Salomé y SPFDJ fue una descarga de energía pura: duro, sensual, oscuro y brillante al mismo tiempo. Un set que hipnotizó a todos, atrapándonos en una espiral de sonido que parecía no tener fin.

Y entonces llegó él, el padre del techno, Jeff Mills. Lo que ocurrió en ese momento fue imposible de explicar con palabras. No me moví ni un centímetro de mi sitio, pero bailé con un instinto primitivo, como si el cuerpo y la mente estuvieran completamente sometidos al poder de su música. Una sesión impecable, magistral, que dejó a todo el Open Air en un trance colectivo difícil de olvidar.

El ritmo no dio tregua con la posterior actuación de Óscar Mulero, otro de esos artistas que hay que ver cada vez que se tenga ocasión. Su set fue una clase magistral de control, técnica y crudeza, recordándonos por qué sigue siendo una referencia absoluta en la escena.

El resto de la noche en el Open Air estuvo en manos de Funk Assault —con un miembro menos del dúo—, Hector Oaks, con sus habituales momentos emotivos y el cierre de la noche de la mano de  Indira Paganotto

Música para todos los paladares.

Mientras tanto, en el escenario de El Bosque, la noche se cargaba de groove con nombres como Joella Jackson, Cuartero o Héctor Llamazares, que ofrecieron el toque más pistero de todo el festival. Allí el baile tenía un carácter diferente: más fluido, más cercano, con un público que parecía moverse en perfecta sintonía con cada transición.

La Carpa Real se convirtió en territorio de la nueva ola del hard techno, con un cartel cargado de nombres reconocibles de la escena actual. Frank Kvitta b2b Parsa Jafari, Aida Blanco, Brenda Serna, 6ejou o ESSAN llevaron la velocidad y la contundencia al límite, firmando una noche tan acelerada como vibrante. Cada drop era un latigazo y cada build-up, una llamada al descontrol más absoluto.

 

El After oficial, necesario e imperdible

El after oficial del domingo es, sin duda, el epílogo perfecto para un fin de semana que parece no querer terminar. Apenas una hora después del último closing de la noche del sábado, el cuerpo ya pedía más, y El Prau respondía con su ya tradicional despedida cargada de baile y emoción.

La progresión de los sets estuvo cuidada al detalle, como si cada artista hubiese tomado el relevo del anterior con un plan meticulosamente trazado. Alain Fanegas abrió el camino con ritmos house elegantes y envolventes, para después dar paso al b2b de Chanin y Jairo Beltrami, que subieron las revoluciones con un tech house que mantenía el groove pero pedía más movimiento. Luxi Villar se encargó de llevar ese pulso a un terreno más intenso, preparando el terreno para los b2b más pisteros de la mañana.

Cuando Gonçalo y Raúl Pacheco entraron en cabina no se guardaron nada y convirtieron la pista en un torbellino de energía que parecía inagotable, el ambiente ya era una fiesta absoluta. El cierre quedó en manos de Carlos Pérez y K-Style, cuya selección transitó desde sonidos contundentes hasta pinceladas que coqueteaban con el hardtrance, el poky y hasta con esa mákina que levanta sonrisas nostálgicas en quienes llevan años viviendo la cultura del baile.

El domingo es, quizás, el momento más mágico de todo el festival. Bailar a la luz del día, con el sol iluminando los rostros cansados pero felices, es una experiencia única. Se exprime cada último gramo de energía, y de algún modo el cuerpo responde, como si supiera que es el adiós y quisiera regalar un esfuerzo final.

Y cuando parecía que no quedaba nada más por dar, llegó ese instante que hace de Aquasella algo diferente: el sonido de las gaitas despidiendo El Prau. Un homenaje sonoro a las tierras asturianas, un cierre que eriza la piel y que recuerda que este festival es mucho más que música; es tradición, comunidad y un amor compartido que vuelve a unirnos cada año.

 

 

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