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El Ritual del Vinilo: Techno, Cultura y Noche Viva en Granada

Matriz reivindica la cultura del vinilo con una noche de techno, elegancia y memoria analógica en la ciudad.

El pasado fin de semana, Matriz Granada vinilo demostró que el surco sigue vivo y en combustión cultural. Una noche donde la música analógica, el techno y el baile se encontraron en un ritual que recordó por qué seguimos saliendo a la pista. Granada ardió con elegancia y memoria.

MATRIZ: EL SURCO COMO CULTURA, NO COMO NOSTALGIA

Hay colectivos que no vienen solo a montar fiestas, vienen a levantar legado. Matriz es de esos. Vinilo como formato, como discurso y como herramienta cultural. Un proyecto granadino que nos impulsa a recordar por qué bailamos: del surco, del roce físico con el sonido, de esa electrónica orgánica que no solo se escucha, late. No buscan encajar en un género, buscan remover cimientos. Activismo del plato, cultura del surco.

UNA APERTURA CINEMATOGRÁFICA

La noche abrió como arrancan las buenas películas: suave, expectante, precisa. Mario Dzeko tomó la cabina con clase y paciencia, demostrando que un warm-up es arquitectura emocional, no trámite. Deep de texturas envolventes, percusión delicada y atmósferas que se extendían como humo fino sobre una sala que respiraba. Elegancia sin prisa, tensión sin estridencia. Introducción perfecta. Alguien encendía la mecha.

ARCHITECTURAL; HIPNOSIS, CUERPO Y RITUAL EN VINILO

Luego llegó Architectural, el otro proyecto de Juan Rico y la noche dio un giro visceral. Techno como eje, pero distorsionado, fragmentado y recombinado con ritmos que daban la sensación de estar escuchando en 3 dimensiones. Percusiones hipnotizantes que no te soltaban y unas melodías difíciles de encontrar que te hacían sentir, todo ello con una técnica de mezcla caracterizada por la precisión quirúrgica. Oscuro, profundo, conmovedor y versátil. Bailar fue una opción; sentir, una condena dulce. Moviendo la pista bajo el sonido de los unos vinilos que dejaron un set que se queda bajo la piel.

EL CIERRE PRENDIÓ LA SALA

Para cerrar, Bardo llevó la noche al punto de euforia. Groove con colmillo, mezcla curtida y un catálogo sonoro que escapaba a etiquetas. Funk, exotismo, ritmo y calle. Técnica firme y alma en combustión. La pista respondió sin dudas: sudor, sonrisas, movimiento. Un cierre sin artificios, sin miedo a ensuciar para brillar. Granada agradeció con los pies.

Lo bonito fue confirmar que sigue habiendo escena. Pequeña, pero viva. Público atento, promotores que entienden su papel y DJs que dialogan con la pista en lugar de dominarla. Una noche redonda donde lo analógico volvió a ser arma, lengua y archivo emocional.

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